10 de febrero de 2013

Resiliencia

Esta palabra a todos no es familiar, pero ¿sabemos su verdadero sentido y alcance?, o la sinonimizamos a simplemente soportar estoicamente la adversidad y los episodios trágicos de la vida. Hace ya veintitrés días, mi mundo se desmoronó. Hace un poco más de tres semanas, pasé de la normalidad al caos, de la rutina al dolor, a la pérdida irreparable, a la orfandad más absoluta. Mi madre, mi razón de vida, esa mujer fuerte y a la vez dulce, esa mujer longeva, pero de espíritu enérgico y jovial, sufrió una ataque cardiovascular, y después de cinco días de agonizar, murió, se apagó, dejó de existir materialmente hablando, su corazón ya no latió más y sus ojos nunca más volverán a abrirse, tampoco nunca más podré abrazarla, verla, charlar con ella, quererla. Mi madre era y es aún mi mundo privado, mi hogar, mi persona significativa, mi inspiración, mi todo. No tengo marido, ni conviviente, ni hijos, solo la tenía a ella. Cierto es que tengo una perrita encantadora, que era de ella también y que apenas sobrevive de la tristeza. Carezco de toda red familiar de apoyo. Quienes se decían mis hermanas, me confrontaron, humillaron, y me mostraron toda su rabia acumulada y desamor, en el momento más triste y de mayor fragilidad emocional de mi vida. Quien es públicamente mi pareja, me acompaña silente, pero yo creo que con dudas, me acompaña por fraternidad, por el enorme apego y quien sabe si amor, aunque tenemos mucho que resolver, y no es el momento, ha pasado mucha agua bajo el puente, y es asi como me siento naciendo de nuevo. Abro los ojos cada mañana incrédula y dolida, Ella me hace tanta falta, Se siente la soledad en cada rincón de este departamento, el sol se cuela por la cortina nueva, y afuera todo se ve tan cotidiano, mientras aca adentro experimento una bomba atómica que aun no ha desplegado sus más devastadores efectos. Me han acompañado amigos de hoy y de antes, sobretodo en los días del velorio y sepulcro, más, después, la gente retoma su flujo de vida normal. Volviendo al término resiliencia, primero se refería a la elasticidad de ciertos materiales para adaptarse a cambios de temperatura, absorber energía y deformarse sin romperse. Luego, la psicología adoptó esta palabra para definir a la capacidad del ser humando para hacer frente a la adversidad y situaciones traumáticas, saliendo fortalecido y adaptándose a los cambios y al dolor, como lo hicieron, los sobrevivientes de los campos de concentración en la época del holocausto. Creo tener esa capacidad, ya que pese al dolor agudo que siento, las incertidumbres, la soledad, pienso insistentemente en un futuro más claro, no desisto de concretar los proyectos pendientes, y después de todo, pese a este enorme golpe, conservo aún esperanzas y ansias de poder ser feliz.

1 comentario:

  1. Anónimo1:36 a.m.

    Y que así sea sOfíadelmar.

    Hay dolores que no se soportan, que no se superan, que no se van, uno sólo aprende a vivir con ellos. Pero creo que justo es ese dolor, el que nos hace recordar que ese alguien existió en nuestro universo personal, que justo ese dolor es el que nos hace valorar el espacio/tiempo compartido, aunque efímero.

    Yo no he podido olvidar... y ojalá nunca pueda, porque no quiero que se vayan esos recuerdos de los que a veces me sostengo para no caer.

    Que Dios ilumine tu camino y esté en tu corazón.

    Abrazo, como siempre.
    wEn rIzo

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