26 de julio de 2013

La Naturaleza circense del amor

                                                                   
Muchos de nosotros, vemos en el amor a una especie de animalito asustadizo y frágil, tan suave, delicado, deseable  y adorable como vulnerable, enfermizo y las más de las veces en extinción .  Corremos desesperados tras él, lo anhelamos, soñamos con amar y ser amados, nos afanamos, nos obsesionamos, en ocasiones enfermamos ante la dificultad de conseguirlo, retenenerlo y poseer al sujeto de nuestro amor de forma exclusiva.  En el mejor de los casos,  lo obtenemos, o eso creemos,  sentimos que lo domesticamos, incluso nos arrogamos la calidad de ser  su dueño y señor, sin embargo, al más mínimo  roce, descuido, a la señal de egoísmos, rutina y desprecio, huye, se debilita, o en el peor de los casos se transforma, suele mutar en un animal diferente, huraño, peligroso, e incluso dañino, es porque ¿ A quien engañamos?. El amor no es un animalito domestico, es más bien salvaje, antojadizo, libre, temerario, e inquieto.  Asi las cosas, ¿Será que más que dejar fluir el amor,¿  habrá que ser todo un experto domador ? o un adiestrador experimentado, un encantador, como el encantador de perritos que sale en el cable, o un mago misterioso, que lo mantenga seducido a  base de   trucos fantásticos, pañuelos multicolores o con la facilidad de hacer aparecer objetos o cualidades nuevas de vez en vez?, también podríamos decir que se requiere ser  un perfecto acróbata,  que siempre camina desafiando el abismo, que se arriesga en cada paso, sin red de seguridad, que se la juega al intentar mantener una atracción inicial física y psicológica que tiende a decaer. Otros de seguro, creen que para triunfar en el amor,  basta con ser  un malabarista aventajado, para mantenerse ocupado, y mantener  al objeto de nuestro deseo, entretenido y casi hipnotizado, o será que se requiere ser derechamente un hipnotizador.  Personalmente, he llegado a la conclusión de  que tiene mucho que ver con la agilidad del malabarista, cuesta,  hay que esmerarse por mantener el equilibrio, por lograr que todos los elementos que conlleva  el amor, la pasión, la sana convivencia, la fidelidad, la admiración, el compañerismo, permanezcan  simultáneamente en el aire a la vez sin dejarlos caer, este ejercicio para una mujer sin oficio de circo, es simplemente desgastante. Otra habilidad que hay que tener, es una faceta de payaso o clown musical, para encubrir con sentido del humor, ingenio  y sarcasmo, una serie de situaciones incómodas, molestas o monótonas.
De esta misma forma es necesario un corazón valiente y un espíritu kamikaze, como el que tiene el hombre bala, para lanzarse en la dirección que el amor requiera, sin medir riesgos, percances ni consecuencias. Lo que si es esencial, es no descuidar la imagen personal y el ánimo de conquista, porque el rol de  mujer barbuda no me parece muy adecuado para mantener encendida la chispa del amor .
Tras dos meses de matrimonio, concluyo que no es sencillo, esto de ser el maestro corales del circo del amor, y desempeñar tantas tareas, todas de alto riesgo y dificultad,  pero a veces  solo basta una sonrisa, o una mirada para entender que  tampoco es imposible, y por ello, en estos tiempos, me dedicaré a potenciar y desarrollar mis habilidades circenses, veremos si esto prospera o si debo pensar en cambiar el giro, espero que no,  ya que invertí todas mis ilusiones, historia, afectos, y recursos en esta aventura de amor a largo plazo.
 

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